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Mostrando entradas de diciembre, 2011

Extinción

Deliraba. Medía el tiempo en sus ojeras y apaciguaba los dolores que le atormentaban. Sentía el silbar sibilino de las agujas del reloj y creía formar parte de ellas. En el cándido amanecer que le portaba sensaciones olvidadas, sufría con el temblor de sus manos y respiraba al son de sinfonías orquestadas por insectos caducos. Viajaba por caminos insondables ahuyentando el desánimo, aludiendo a la última sonrisa innegable que contempló en su rostro. Notaba en sus manos el fluir continuo del jugo de la granada que acababa de desgranar. Observaba como el néctar rojizo se volvía negruzco y ponzoñoso al oxigenarse entre sus uñas y le recordaba aquellos juegos de niños en medio de ninguna parte. Haciendo barro y construyendo castillos en el aire. Se revolvió tímidamente apoyando sus manos en el quicio de una puerta cochambrosa. Midiendo una distancia infinita que aparentaba ser ínfima. Recogió del suelo el último suspiro del amanecer y lo estrujó entre sus manos para lu

Sustancia perpetua

En cuenta atrás me veo, antes que Hela se pose sobre sus hombros, para remontar el abismo antes que a mi huésped se le cierren los ojos. Mundano chicle infinito, impide mi fuga del mar de los tramposos. Eternamente permanezco, alma enajenada hastiada de Átropos.

La pajarería

Hará unos años entré en una pajarería. En ella había cien loros, cada uno con el plumaje distinto al anterior y con los ojos clavados en el intruso. Tras unos segundos de desconcierto por los graznidos de aviso de los animales, decidí acercarme al propietario de la pajarería que sonreía tras el mostrador y hacerle una pregunta, pero al instante de salir el primer sonido de mis labios, uno de los loros gritó escandalosamente: "Baaaaaaaaaarça". Me quedé absorto, y cuando intenté hablar de nuevo, otro loro dijo: "Sigue el camino de baldosas amarillas". Tuve que reírme y al abrir de nuevo mis labios saltó otro loro: "Ala Madrid". Así estuve durante dos largos minutos observando la cara sonriente del encargado y a los loros que no dejaban que abriese la boca: "No tengo tiempo"; "Andén nueve y tres cuartos"; "Lo que llamas amor fue inventado por tipos como yo para vender nylons"; "Si usted quiere saber lo que una mujer dice re