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Mostrando entradas de julio, 2011

Hoguera binaural

Ayer utilicé las frecuencias binaurales para inducir a mi cerebro a un viaje hacía atrás en el tiempo. Es curioso como los olores iban variando y las situaciones pasadas aparecían como si fuesen reales, hasta que...el cerebro viajó demasiado atrás: En ese instante no podía hablar mientras una muchedumbre me golpeaba con hortalizas podridas a mi paso sobre un carromato. Un dominico leía un bando: "Año del señor 1237...", y un lacayo lanzaba una antorcha bajo mis pies. El calor era asfixiante y el olor a humo impregnaba toda la habitación. Intenté hablar pero no podía. Con la mirada imploraba a que el dominico me ayudase, pero él lanzó un escupitajo a mi rostro y dijo: "Muere Valdense siervo de Satán" Estaba sudando y a punto de gritar cuando el ejercicio binaural dio otro salto en el tiempo y aparecí en lo que parecían unas mazmorras. El mismo dominico de la hoguera me interrogaba: "¿Reconoces ser un adorador del diablo?". Yo, visiblemente

Reiniciando

El tiempo. El causante de todo. El que origina y finaliza. El que nadie siente pero todos conocen. El que pasa sin darnos cuenta. El que creemos eterno a veces, y veloz y efímero otras. El que queríamos que fuese rápido cuando niños para ser mayores y lento cuando mayores para no llegar al final. El tiempo. Todo en esta vida se para excepto él…o no. Conocí una vez a una persona que decía que podía "parar el tiempo". Creo recordar que le dije que eso era una paranoia de Carlos Castañeda; "hacer, no hacer, parar el tiempo", pero el me dijo que era verdad, que tenía el poder de detener el tiempo a su antojo. Era una persona cuyo aspecto no denotaba nada extraño en él, excepto su mirada  fría y penetrante. Siempre se ha dicho que los ojos no engañan y este hombre decía con la mirada que era verdad lo que decía o, al menos, se lo creía, así que como no pasa nada por comprobarlo le pedí que me enseñara como lo hacía. " ¿Estás seguro?, puede que luego te a

Almendras amargas

Siempre oyeron historias sobre el viejo caserón abandonado, pero nunca las creyeron, eran dos chicos valientes a los cuales no iban a amilanar las viejas batallitas de sus abuelos. Decidieron entrar en aquel tugurio infecto y se dirigieron a lo que fue el despacho. La habitación estaba desordenada. Una infinidad de papeles tapaban el suelo y no dejaban ver las losetas desgastadas. Los chicos comenzaron a registrar los muebles de aquel despacho destartalado. En uno de ellos encontraron una botella de lo que parecía un licor; "¡Huele a coñac!", dijo uno de ellos. Cogieron la botella y cambiaron de habitación alegrándose de su botín. De la planta alta de la casa bajaron tres ratas a gran velocidad y el suelo comenzó a crujir. Los chicos se pararon asustados y miraron a la escalera para comprobar que ocurría. Una sombra se divisaba en lo alto del rellano y un viento frío atravesó frenético por el medio de ambos. Se asustaron y comenzaron a temblar aunque uno de ellos ll